El pequeño cantor se oxida,
su mente poco a poco está más allá que acá.
Los fantasmas del pasado lo arropan,
el pequeño cantor no quiere caminar.
Está cansado de la vida, está cansado de ver como caen los demás.
La mente del pequeño cantor parpadea, recuerda entre vaivenes quien viene y quien va.
Y en cada viaje me mira y me olvida, no recuerda la última vez que me vio llamar.
Y entre sus olvidos pregunta cada día por su niña, aquella que se alejó del mar,
y se pregunta porqué no escucha sus historias, porque ya no le cuenta cantares de Graná.
Oxígeno que degrada, rompe y oxida,… de a poco, sin prisa pero sin pausa, sin hacerlo sufrir de más.
P.